ABC 02.06.12
¿Es
bueno o malo que Rusia y Alemania hablen sobre Siria? Es muy lógico y razonable
que lo hagan. Pero también que genere atención. Y preocupación. Las capitales
europeas se acuerdan muy bien todavía de la crisis de Libia. Y del estupor que
generó la postura del Gobierno alemán y su abstención en el voto en el Consejo
de Seguridad en la primavera del 2011, rompiendo la unidad de acción de la
alianza occidental. Fue probablemente el peor error de la política exterior de
Merkel como canciller. Y es muy improbable que algo así se pudiera repetir si
los acontecimientos conducen en Siria hacia una situación que nunca será igual,
pero quizás equiparable.
Alemania
no puede desmarcarse de la postura occidental otra vez. El daño sería inmenso.
Un encuentro germano-ruso en la cumbre, como el celebrado ayer en la
cancillería de Berlín, nunca podrá ser uno más entre líderes políticos. El
siglo XX no lo permite. No lo era ni siquiera cuando Alemania era un país
dividido y aun albergaba tropas extranjeras. Cuánto menos ahora que Berlín y
Moscú son las capitales indiscutibles del poder en el continente. Y un
encuentro así siempre despierta recelos. Putin ha ido a Berlín en su quizás
último esfuerzo por salvar el plan de Kofi Annan. Un plan que, no nos
engañemos, tiene como objetivo principal salvar a Bashir el Assad. Y así ha
insistido Putin en que a nadie se le ocurra dar pasos, como pide la oposición
siria pero también voces en Londres o París, para enterrar el plan.
Merkel
y Putin han dicho que la solución tiene que ser política. Obvio. Pero eso no
excluye una resolución que constituya ciudades protegidas y corredores
humanitarios en Siria. El plan de Annan es el mejor plan de Al Assad. Putin lo
defiende. Merkel no puede. Es Putin quien ha de ver que nadie puede salvar a Al
Assad.
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