sábado, 14 de febrero de 2015

«SI LO SÉ NO VENGO»

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 04.10.11


ES muy probable que sea eso lo que esté pensando el candidato socialista, Alfredo, Pérez o Rubalcaba; los tres nombres que ya ha quemado por separado y son ya menos que humo. Cuando aun no ha comenzado la campaña. «Si lo sé no vengo». La travesía ya parece eterna en lo que ha ido del «llamadme Alfredo» al «señor Rubalcaba», si no le importa. Y lo que queda. Cincuenta días para ese 20N en el que quería salvar los muebles y parece que romperá todos los suelos. La sensación de fracaso se extiende de forma continua, terca y penetrante desde el verano. Su omnipresencia en la televisión pública sólo ayuda a hacerlo más evidente, más inequívoco. ¡Qué fiasco! ¡Con lo gran hombre en la sombra que había sido! El hombre que sabe de todo. Inteligentísimo él, se decía. De esa fama había gozado tantos años que nadie sabe ya en qué se basaba. Sí sabemos que fue urdidor de la campaña de acoso callejero a las sedes del Partido Popular en la jornada prelectoral del 14M. Y que en aquellos días movió muchos hilos de intriga con mandos policiales socialistas que los Gobiernos del PP habían dejado intactos en el aparato del Ministerio del Interior. Pero más allá de eso y de sus conexiones con el lobby Prisa, nadie sabe explicar los méritos reales del oscuro personaje. Tienen que ver con esa confusión de valores en nuestra sociedad en la que la trampa tiene prestigio, el embuste es una gesta y la traición, pragmatismo. De ahí la admiración social de que gozan tantos listos, tramposos y trincones. Algunos consideran este triste fenómeno una consecuencia de la picaresca. Otros sólo vemos la corrupción moral actual, la falta de referentes de probidad y el fracaso de las elites en su deber ejemplarizante. En ese sentido, Rubalcaba ha sido en la política siempre el pícaro triunfante. El más tramposo de la cuadrilla, el listo por antonomasia.

Ahora, en semanas, ha dejado claro que no es más que eso. Que como líder resulta patético. Y que sus intentos de salir de esta situación imposible le llevan de un desastre a otro, difuso y confuso, desconcentrado y titubeante, desasistido. No hay ocurrencia que no tenga que corregir. Cuando no son otros lo que lo hacen por él. En semanas ha demostrado que en realidad no sabe de nada. Cierto que la tarea que ha asumido es imposible. Porque la devastación de la era Zapatero es terrible y omnipresente. Son inútiles los intentos de hacernos olvidar que fue el chico para todo del grotesco personaje que tanto daño nos ha hecho. Y sólo agravan su posición. Ya que quiere alejarse del Zapatero que, al final de su negro mandato, tomó las únicas medidas razonables que se le conocen. Aunque lo hiciera por imposición del exterior. Así Rubalcaba se nos aleja de la razón y se precipita hacia las sentinas antisistema en busca de los votos mientras espanta a los demócratas que creen en la prosperidad por el esfuerzo en una vida ordenada por el Estado de derecho. Se ha traicionado a sí mismo. Se ha engañado. Se creyó capaz y no lo es. Dice José Bono —ése que se va para volver y que es otra versión, castiza pero no menos sórdida, del paradigma del listo— que hay que impedir que quien pierda incendie la calle. Esperemos que no sea capaz don Alfredo. Y que asuma la derrota. Algunos creen que le gustaría hacerlo ya. Para acabar este mal sueño. Es el único servicio que puede prestar a España el supuesto mago en la oscuridad que salió a la luz y no era nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario