ABC 03.04.12
RESULTA conmovedor ver como se preocupa por nuestra
soberanía Cayo Lara, ese hombre que reivindica con orgullo la larga tradición
de su partido, el que engalanaba la puerta de Alcalá con retratos de un jefe de
Estado extranjero de muy malos hábitos que mandaba por entonces en España sobre
la vida y la muerte de los españoles. Se llamaba don José Stalin. Pero aquello
era el abrazo de un hermano. Lo que es intolerable es lo de ahora. ¡Qué
terrible humillación para nuestro orgullo soberano! Que venga Volker Klauder,
el presidente del grupo parlamentario de la CDU a interesarse por nuestra
economía que, dicho sea de paso, también es la suya. Ha venido a ver si ahora
de verdad vamos en serio. A estudiar presupuestos y planes del Gobierno. Para
disipar todas las dudas. Para restablecer la calma en los mercados. Porque la
última golfada de Zapatero, que le estalló entre las manos a Rajoy, había hecho
resurgir las dudas en los mercados y en Bruselas. España había hablado del 6% y
venía ahora con más un 8,5%. España es España, la gobiernen unos u otros. Y de
repente España volvía a ser Grecia y el presidente del Eurogrupo, Jean Claude
Juncker, le agarraba el pescuezo al ministro Luis De Guindos. Sólo pareció una
broma a los no avisados. Porque allí indignó ese baile de cifras al que aquí
casi no se dio importancia. Hasta los socialistas le echaron en cara a Rajoy
haberse creído ese 6% en que insistió su Gobierno Zapatero. Klauder se irá
convencido de que Rajoy y su Gobierno van en serio. Y tranquilo al ver que la
huelga de Toxo y Méndez no tendrá efecto reseñable. Pero se habrá ido
preocupado por la falta de músculo político del partido del Gobierno. Porque
dan ganas de recordarle a Rajoy que no es un tecnócrata y que no preside un
Gobierno encargado de aplicar unas medidas, cosechar todas las iras y
disolverse. Y no porque no esté cumpliendo con sus imprescindibles e
inaplazables reformas, que lo está. Sino porque renuncia a contextualizar las
reformas, los cambios y los
sacrificios. Y hace dejación de su
obligación de transmitir un discurso a la sociedad, de tenerla informada sobre
sus intenciones pero también con la necesaria tensión de ilusiones, objetivos y
retos. Los ciudadanos españoles vivirán en los próximos años, después de la
ruinosa y desesperante experiencia de este larguísimo septenio negro, la
experiencia más radical y definitoria de esta sociedad en muchas generaciones.
Será difícil y muchas veces angustiosa para millones. Eso es irremediable. Pero
no es inevitable que la sociedad vaya de una subida de precios a otra, de una
medida de recorte a otra, tambaleándose, sin un relato colectivo de lo que
sucede, sus causas, sus objetivos y sus fases. El mensaje transformador parejo
es imprescindible porque hace falta un cambio profundo de actitud en muchos,
pero de hábitos y cultura en casi todos. Hace falta un mensaje de ánimo contra
el miedo. Pero para eso hace falta que el Gobierno no lo tenga y se note y lo
cuente. Que no se esconda y que derrote a los enemigos de las reformas también
en la batalla de las ideas. Y no le puede ser difícil. Porque tiene razón. Pero
esa dejación del Gobierno en su obligación de comunicar, deja a la sociedad
inerme ante el mensaje de obstrucción y miedo de los enemigos del cambio. Éstos
no podrán evitar que se produzcan las reformas porque no pueden condenar a
España a la miseria sin futuro. Pero pueden hacer el camino más largo y
doloroso. Lo han demostrado las elecciones andaluzas.
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