sábado, 21 de febrero de 2015

TRES LUSTROS DE ABISMO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  10.07.12


Hoy los asesinos pisan moqueta. Tuvieron cómplices en el corazón del Estado en la pasada legislatura

QUINCE años, tres lustros, no son nada. Cuando yo nací, por ejemplo, se acababan de cumplir quince años del final del cerco de Stalingrado y se iban a cumplir los tres lustros de la batalla de Kursk. Hoy, mirando atrás al siglo XX, me veo casi coetáneo. Me da la impresión de que no me vi envuelto en aquellas grandes trifulcas por casualidad. Sin embargo, hay veces que esos mismos tres lustros son un abismo. Hace quince años los españoles reaccionaron con absoluta energía y máximo músculo moral al infame y criminal pulso que ETA le había planteado. Millones salieron a la calle para apoyar a un Gobierno que se sabía no cedería jamás a las pretensiones de los terroristas que habían secuestrado a Miguel Ángel Blanco. Fue un levantamiento nacional contra el desistimiento y por la lucha contra el enemigo. Hoy, quince años después, somos un país muy distinto donde el desistimiento se ha consumado en gran parte de la sociedad. Los asesinos pisan moqueta. Tuvieron cómplices en el corazón del Estado en la pasada legislatura. Y hoy nos tememos que cuentan con garantías de que el desistimiento de España continúe. ¡Qué abismo! Hace ahora quince años unos jóvenes, identificados como miembros de Jarrai, temblaban muertos de miedo en un portal de la calle Urbieta. Les estaba cayendo la del pulpo en gritos de «asesinos», «cobardes», «miserables», de las decenas de miles de españoles que marchábamos exigiendo la libertad de Miguel Angel Blanco por las calles de San Sebastián. Se temió por su integridad. Demasiada rabia había acumulada en aquella masa que había salido de los jardines de Alderdi Eder. Todos pidieron calma y se esperó a que llegaran unos ertzainas y los sacaran del agujero en el que se habían refugiado. Los pusieron a salvo. Aquella anécdota fue gran metáfora de lo habido después. Los miserables de los asesinos estuvieron a merced de los españoles. Con tanto terror en el cuerpo. Habrían abjurado de todo. Pero fueron rescatados. Aunque no por los bienpensantes. Sino primero, de urgencia, en los meses posteriores, por los entonces principales beneficiarios del terrorismo, que vieron asustados que la reacción popular amenazaba con romperle la cerviz a la serpiente. Y surgió rápidamente el Pacto de Estella como tabla de salvación para los asesinos en el seno del nacionalismo. Pero eso no era suficiente, porque una política antiterrorista implacable del Gobierno de Madrid ponía una y otra vez a la banda contra las cuerdas. Y sus militantes flaqueaban y muchos desistían y buscaban salidas propias, individuales, a su miserable situación de acosados. Lo que no sabía el Gobierno de Aznar es que dos años después de Lizarra y muy poco después de que llegara a la jefatura del PSOE en el congreso de Madrid un tal José Luis Rodríguez Zapatero, ETA se iba a encontrar con el mayor golpe de fortuna en su medio siglo de existencia. Y que, de la complicidad y protección interesada de que gozaba la banda terrorista por parte del PNV, iba a pasar a una colaboración mucho más eficaz y poderosa, con el primer partido de la oposición. El golpe de fortuna ya fue definitivo cuando unas bombas que mataron a 192 personas en Madrid, auparon a la jefatura del Gobierno a este hombre con el cual ETA llevaba ya años diseñando estrategias comunes. Sí, no se escandalicen. Estrategias comunes para intereses comunes. El Von Papen necesario para el éxito del nazismo vasco. Necesario pero no suficiente. Faltaba un profundo desistimiento de la sociedad española. Ese que parecía impensable en aquel verano de 1997. Ese que hoy es parte de la triste realidad española.

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