ABC 13.03.12
YA saben todos que la situación económica y social en España
es crítica. Lo que no sabrá la mayoría es que se debe a Mariano Rajoy y su
reforma laboral. Aún un proyecto, su carácter perverso de instrumento
esclavista ya ha permeado toda nuestra vida laboral y emponzoñado las otrora
idílicas condiciones de convivencia social en esta patria de los derechos. Hay
que ver cuánto daño ha sido capaz de hacer el presidente Rajoy en tres meses.
Aunque les pueda parecer una broma, éste es el discurso genuino de nuestros
caudillos sindicales. Eso sí, aún le dan una oportunidad a Rajoy para que se
enmiende y redima. Diez días le concede Mr. Toxo para salir compungido en la
RTVE sindical y anunciar a todos los españoles y al mundo que se envaina la
reforma. Para admitir que se ha equivocado y anunciar una política laboral
consensuadas con CC.OO y UGT. Exigen que Rajoy les diga solemnemente a los
mercados, acreedores, socios y organismos internacionales que España ha
decidido hacerles a todos una peineta. Porque Toxo y Méndez, los adalides de la
justicia y el progreso, así lo dictan. En fin, cierto es que los líderes
sindicales no viven en este mundo. Que, como buenos y viejos aparatchiks de
organizaciones parasitarias, ellos no tienen la más mínima noción de los
procesos de creación de riqueza, bienestar y desarrollo. Cierto es que su vida
de privilegiados con acceso directo e incontrolado al dinero público los han
convertido en una especie de pitecantropus bien alimentado pero muy
desorientado en todo lo que sucede en un mundo moderno. Pero lo que nadie puede
pretender es que sean idiotas. Por eso saben muy bien que el Gobierno no se va
a volver atrás con esta reforma laboral. Porque el Gobierno cree en ella,
porque es la reforma que nos piden desde fuera y porque esta reforma laboral
acabará con la anomalía española que nos hace triplicar siempre el paro de
nuestros socios. Y si eso era malo en pasadas décadas, ahora es sencillamente
letal. Si los sindicatos
quisieran realmente jugar un papel
razonable se estarían adecuando a la nueva situación dictada por la realidad y
por las urnas. Pero la nueva situación será tan dura que no quieren ni
imaginarla. Porque afectará a todas sus fuentes de ingresos, desde las negociaciones
colectivas a los ERE, pasando por esos fondos incontrolados de supuesta
formación que no sirven sino a toda la inmensa trama parasitaria propia. Por
eso los sindicatos han visto pronto que tenían que hacerle al Gobierno de Rajoy
no ya un envite como dicen algunos, sino un órdago. Los sindicatos han salido a
la calle para doblegar la voluntad del Gobierno recién elegido por la mayoría
absoluta. Los sindicatos están proponiendo un golpe. De mano o de Estado. Y lo
peor de todo ello es que un PSOE zombie, cuyo fallido congreso de Sevilla lo ha
dejado quebrado, cuando no en proceso de descomposición, parece tentado de
apuntarse al órdago antidemocrático. Lo bueno de todo ello es que tienen que
perder. Y van a perder por tanto. Por lógica y por necesidad. Será un fracaso
del pasado muy saludable para los españoles. Porque igual que en España no
podía ganar un golpe fascista en 1981, no puede ganar un golpe callejero
izquierdista en el 2012. Los sindicatos podrían estar dando ya su última
batalla como aparato que quiere defender por la fuerza sus privilegios y como
organización del matonismo izquierdista. Después de la derrota inevitable
dejarán de existir tal como son. ¿Y el PSOE? Quizás a esas siglas tan
lastradas, les haya llegado también la hora.
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