jueves, 19 de febrero de 2015

UNA TRAICIÓN MÁS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  30.08.11


Rubalcaba y sectores del PSOE confraternizan con los grupos del 15-M a pesar de sus actividades ilegales

INFORMACIONES no desmentidas nos indican que la Policía española tiene orden  –al parecer por escrito– de tratar de forma muy distinta a los participantes en manifestaciones ilegales dependiendo del carácter e intención de las mismas. Los participantes en concentraciones no autorizadas por lo general deben contar con ser identificados por la Policía y, en caso de persistir en su actuación ilegal, con ser disueltos. No así nuestros mimados manifestantes del movimiento llamado 15-M. Me niego a otorgarles ese sobrenombre de «indignados», porque somos muchísimos los españoles que estamos muy indignados y no quebrantamos las leyes. Y porque somos muchos los que estamos hartos de que se maltrate y usurpe nuestra lengua y palabra. Bastante hemos padecido durante semanas la necia utilización del término «laico» en todas las televisiones y medios de prensa para definir a personajes más o menos violentos, activistas antisistema, anticristianos y mucho matoncillo de ultraizquierda. Laicos éramos todos en Madrid esos días de agosto, menos el Papa y el clero. Pero volvamos a esos grupos que se han apropiado de la marca 15-M, el nombre de lo que fue en sus primeras jornadas un movimiento respetable de jóvenes insatisfechos y enfadados con la situación ruinosa en que siete años de Gobierno socialista han dejado a España. Parece ya claro que el Ministerio del Interior del señor Camacho otorga bula a estos grupos de activistas para que violen las leyes, la primera la de manifestación que exige la solicitud previa de autorización. Y que la Policía ha de pagar el pato por los conflictos que inevitablemente se derivan del hecho de que unos jóvenes más o menos violentos hayan tomado conciencia de su impunidad. La Policía lleva meses aguantando las provocaciones. Obligada por sus superiores políticos a la absoluta y permanente pasividad ante sus desmanes. Muchas veces dirigidos contra los mismos agentes. Quien haya visto a estos grupos actuando no puede sorprenderse de que los más «valientes» de estos personajes hayan llegado a orinarles en las botas a los policías, sin que éstos pudieran hacer otra cosa que retirar el pie. Porque ya saben ustedes que detener a estos chicos es un problema. Y sabemos por el anterior ministro del Interior y candidato socialista hoy, que la Policía no está para crear problemas. Instaurada a lo largo de estos meses la impunidad general para estos grupos, no debe extrañar que ellos hayan utilizado esta circunstancia insólita en un país democrático civilizado para tomar la calle. De ahí la increíble situación de que, después de haber mantenido secuestrados algunos puntos del centro de la ciudad, hoy basta con que estén de humor para que corten sin previo aviso cualquier calle principal, desde Recoletos a la Gran Vía. Igual que llegan se van y aquí no ha pasado nada. Las detenciones parecen prohibidas.

Sabemos que Rubalcaba y sectores del Partido Socialista confraternizan con estos grupos a pesar de sus actividades ilegales. Y sabemos ya que reciben un tratamiento especial, es decir, protección, por parte de la Policía, por orden del Gobierno. Juega con fuego lo que queda de Gobierno en este país con esta estrategia que cree le puede granjear unos cuantos votos de la extrema izquierda y elementos antisistema. Porque es inmenso el potencial de violencia que puede desarrollarse a partir de estos grupos en los próximos meses y años con las durísimas pruebas que la sociedad española tiene ante sí. El Estado de Derecho, la ley, es lo único que tenemos para preservar la seguridad y la paz. Y con ellas la esperanza de prosperidad. Quienes lo minan desde el poder traicionan a los españoles y ponen en grave peligro su futuro.

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